FANTASIA O REALIDAD - Historias eróticas

MI ESTUDIANTE FAVORITO

Lo conocí al Lee cuando tenía 14 años. Era un negrito flaquito y travieso, con cara de pícaro, que siempre se sentaba en la última fila y se la pasaba haciendo lío. Con los años se convirtió en mi alumno favorito y me adoptó un poco como a un padre. Después de graduarse de la secundaria continuamos una relación muy cercana, hasta el punto de alquilar un cuarto en mi casa y vivir allí un par de veces. Se convirtió en mi única familia en DC, de lejos mi relación más importante aquí en Washington.

Lee tenía su novia de años y sus muchas aventuras, todas  chicas,  que siempre compartía conmigo con la excitación del cazador. Yo le había contado que me gustaban los hombres después de su graduación, cuando dejó de ser mi alumno. No le gustaba hablar del tema y se sentía obviamente incómodo cuando yo hacía cualquier tipo de comentario relacionado, pero nunca fue un problema mayor. Incluso convivimos en mi casa, con nuestras sexualidades cada una por su lado.

Porque lo había conocido cuando todavía era casi un niño, continué relacionándome con él siempre como un padre o un hermano mayor, hasta que empecé a notar que el pibe se había convertido en un hombre muy atractivo.

La primera vez que lo noté fue un fin de semana que fuimos a la playa con su novia. Lee acababa de cumplir 22 años, y lo vi en traje de baño. Aunque ya habíamos vivido juntos por 6 meses (hacía un mes se había mudado con su chica), él siempre había sido muy cuidadoso y andado por la casa con por lo menos una camiseta  puesta. No me explico cómo no noté antes los cambios que su pasión por el futbol americano  habían inducido en su cuerpo.

Ese día en la playa pude ver qué bien marcada tenía su musculatura, perfectamente distribuida en su cuerpo atlético, y qué perfecta era su piel, con un torso completamente lampiño de color marrón caramelo que me dejó encandilado. En un momento en que se puso a besarse con su novia, la pija se le puso dura y le hizo carpa en el traje de baño. Qué pedazo de carpa. Nunca me había dado cuenta de que el pibe era un sueño, alto, de pelo mota corto, lindo rostro, labios grandes, musculatura atlética, pijudo, podía ser un modelo o una estrella porno, lo que quisiera.

Me acuerdo que cuando estábamos levantando nuestras cosas para irnos, me pidió que le sacudiera la arena de su cuerpo. Después de nadar se había quedado dormido en la arena y su novia lo había enterrado. La arena húmeda se le había pegado a cada centímetro de su piel broncínea. Yo agarré una toalla y empecé a sacudirlo evitando acariciarlo. Piensen que esta era la primera vez que me sentía físicamente atraído por mi “hermano menor”, y estaba un poco confundido. No pude controlarlo y se me paró la pija. Por suerte ya me había puesto los jeans y no creo que él o su novia se hayan dado cuenta. Ahora que estoy recordando, se me vuelve a poner dura. Estaba sacudiendo la arena del cuerpo perfecto de este increíblemente esbelto y atlético moreno, revelando los abdominales, las tetillas, los hombros, la espalda toda marcada, el comienzo de sus nalgas redondas. Confieso que me hice la paja por semanas con esa escena.

Desde ese día comencé a mirarlo con otros ojos y se me hizo crecientemente difícil resistir la tentación. Hubo otros dos momentos que me sacudieron, pero no tanto.

El día que consiguió empleo en la Municipalidad, se apareció por sorpresa en casa para darme la buena noticia. Cuando abro la puerta sin saber quién era, veo un hombre con mameluco de mecánico y máscara de gas que me muestra una identificación oficial. Cuando miro la tarjeta, era la foto de Lee, que se estaba sacando la máscara riéndose a carcajadas. Claro, él no sabía que ese era uno de los disfraces que usualmente me gustaba que mis amantes usaran en nuestras fantasías actuadas. Pum, otra tanda de pajearme imaginándome al Lee sacándose el mameluco y mostrándome su pija tamaño trompa de elefante.

Otra vez fuimos a hacer las compras y él condujo el carro. Cuando estábamos por estacionar en el supermercado, otro conductor amagó tomar el lugar. Lee se bajó del carro y empezó a putearlo, listo para agarrarse a las trompadas. Me impactó lo macho que se veía, cómo me hacía sentir protegido después de todos estos años de ser el protector. Zas, otro ataque de calentura y de no saber si podía seguir controlando mi deseo como lo había hecho hasta ahora.

Finalmente, esto pasó anoche.  Se apareció como a las 10 completamente borracho y llorando porque lo había dejado la novia. Ella lo descubrió con una de sus aventuras y lo mandó a la mierda. Lee estaba destrozado e incoherente por los sollozos y la intoxicación alcohólica, y enseguida se quedó dormido. Podría haberlo dejado en el sofá como otras veces, pero el deseo simplemente me desbordó.

Era imposible despertarlo,  así que me pasé su brazo derecho sobre el cuello y medio dormido lo ayudé a llegar a su cama. Lo tiré boca arriba y empecé a desnudarlo. Le saqué las zapatillas y los calcetines y suavemente le masajeé los dedos para ver si se despertaba, pero nada. Le lamí los dedos y los pies y no tuve ninguna respuesta, así que me envalentoné y fui por sus pantalones. El corazón me estaba por salir por la boca, yo estaba temblando de calentura y de miedo de que se despertara.

Le aflojé el cinturón, lo desabroché y le abrí el cierre. Con mucho cuidado le bajé los pantalones hasta las rodillas. Me quedé unos minutos recuperando el aliento, tratando de controlar los latidos de mi corazón, y dejando que mis manos se calentaran entre las sábanas y su cuerpo. Tenía miedo de que mis palmas frías por los nervios lo despertaran cuando tocara su piel. Aproveché para admirar el paisaje.  Los bóxers separaban dos territorios, sus muslos velludos y su abdomen marcado y sin un pelo. Por suerte él seguía inconsciente.

Cuando sentí que mis palmas estaban a su misma temperatura, me estiré a su lado, con mi cara a la altura de la suya y mi mano derecha apoyada en su bulto. Mientras mi mano sentía la tibieza de su pinga, dormida como su dueño, podía acercar nuestras bocas e imaginarme que lo besaba.  Retiré mi mano y suavemente susurré su nombre, para ver si se despertaba, pero nada. Lo sacudí un poquito y nada, así que me sentí seguro y seguí adelante.

Empecé a acariciarle la polla a través de la tela de algodón de los calzoncillos y a besarlo en el cuello. La polla estaba muerta pero de todas formas era contundente y me llenaba la mano, el olor y el sabor de su cuello eran embriagantes. En este punto tenía miedo de tener un ataque cardíaco y las bolas me dolían de la calentura. Seguía completamente dormido, así que decidí desnudarlo del todo.

Le saqué la camiseta, los pantalones y los calzoncillos, siempre con mucho cuidado, y me quedé parado a los pies de la cama disfrutando su belleza.  Entre sus piernas largas y velludas, entreabiertas, caían dos hermosas bolas y arriba de las bolas, cayendo hacia la derecha, descansaba su pijota, que me pareció que con las caricias había crecido un poco. Hermosa pija, larga, gorda, circuncidada, cayendo dormida sobre su muslo.  Sus abdominales y pectorales, esculpidos como de madera, subían y bajaban con su respiración profunda. Sus brazos musculosos y tatuados descansaban a sus lados, su boca entreabierta  era un paraíso de labios carnosos. Mi poronga estaba al palo y me preguntaba si debería para allí, hacerme una paja, y huir. Pero Lee seguía dormidísimo y yo simplemente estaba fuera de control.

Me volví a acostar a su lado, esta vez yo también desnudo. Ahora podía besarle los hombros, el pecho y las tetillas, así que empecé a hacerlo mientras le agarraba la pija y empezaba a masajearla. Cuando empecé a lamerle los pezones, sentí que la pija se le puso dura de repente. Me asusté.  Me congelé, dejé de moverme y hasta de respirar, literalmente me congelé. Pero además de la polla dura como de piedra no noté ninguna otra reacción. Su respiración seguía profunda y al mismo ritmo, su cuerpo y rostro relajados.  En una de esas estaba soñando que estaba con una mujer. Tenía que aprovechar.

Le lamí las tetillas y se las chupé y mordisqué mientras lo pajeaba más firmemente.  Era un placer ese pedazo de carne ardiente en mi mano, la boca se me hacía agua en anticipación. Sentí que su respiración se agitaba levemente y mis labios alrededor de su pezón podían sentir los latidos de su corazón acelerándose. Volví a chequear pero Lee seguía dormido y relajado, solamente se había acelerado el mecanismo inconsciente de humedecerse los labios, y la aparición frecuente de su lengua lo hacía más irresistible.

Me incorporé con mi rodilla derecha entre sus piernas. Tomé su mano derecha. Su mano era grande, de dedos largos y gruesos. Se empezaba a notar la aspereza del trabajo manual pero todavía se sentía la suavidad de la juventud. Puse su mano alrededor de mi pija parada y con mi mano izquierda lo hice masturbarme mientras que con mi derecha seguía pajeando su polla-trompa.  Casi acabé, pero me corté porque él se movió.  Abrió un poco más sus piernas, apenas, y reclinó su cabeza hacia el otro lado, dando un gran suspiro y humedeciéndose los labios. Yo todavía tenía su mano en mi poronga (no puedo compararla con la suya pero yo calzo un buen calibre) y me congelé por enésima vez, pero él la retiró con toda naturalidad y siguió durmiendo.

Me acomodé entre sus piernas para dedicarme a su pija. Esperaba un sabor salubre, pero me sorprendió su dulzor. Era tan gorda que tenía que ser extra cuidadoso con mis dientes. Me preguntaba si se la estaría chupando mejor que la mujer con la que estaba soñando. Se la besé, lamí, chupé, refregué por mi cara, adoré. Sentí que podía quedarme a vivir en ese momento, con mi cara acariciada y mi boca cogida por esa carne tibia, húmeda y contundente. Empezó a gemir y dejé de chupar porque empezó a cogerme por la boca sin mi ayuda.  Yo me estaba preocupando y empezando a poner tenso de miedo. Lee gemía más fuerte y sentí que se ayudaba a cogerme empujando mi cabeza con su manota de hombre-muchacho.  Y entonces, entre sus gemidos, en vez del de la mujer con la que yo creía estaba soñando, dijo mi nombre.

Así que frené del susto, estático al comprender que la situación se había ido de mi control. Otra vez me helé, con su caño entre mis manos y en mi boca, resistiendo los empujones de su mano y mirando incrédulo a sus labios pronunciando mi nombre en éxtasis. Él también se detuvo de golpe y me miró directo a los ojos. “What?”  -dijo. Yo me quedé ahí,  clavado por su porongón, comprendiendo que no había un sueño, que Lee había estado despierto desde quién sabe cuándo. Era raro tener toda su carne en mi boca y al mismo tiempo darme cuenta de que había abusado y tal vez arruinado nuestra relación.  Lee dijo: “Don’t be stupid, keep working it out”.  Y yo estaba más allá de toda calentura humana, así que la culpa y los pensamientos se dieron en retirada.

Me siguió cogiendo por la boca por un rato, ya sin inhibiciones, ya sin temor de que nadie se despertara. Le lamí y le besé las bolas peludas y lo dejé que se masturbara mientras yo trabajaba más abajo.  Empecé a masajear con los labios y la lengua la base del pene,  entre las bolas que me golpeaban la mejilla y el culo. Lee gemía más intensamente, y lo sentía temblar.  Con fuertes y firmes lengüetazos le masajeé la zona bajando gradualmente hacia el culo. Él seguía temblando y gimiendo, ninguno decía ninguna palabra.

Puse una almohada bajo sus nalgas y levanté sus piernas sin que dijera nada ni pusiera ninguna resistencia.  Por primera vez pude ver claramente el agujero de su orto y olerlo. Me encanta el olor de los culos limpios, es interesante que las pijas huelen distinto pero todos los culos huelen igual. Lo besé suavemente, como si fueran sus labios, lamí y chupé toda la circunferencia de su orto. Con sus dos manos tomó mi cabeza y la hundió en su culo. Lo cogí con mi lengua, metiéndola y sacándola como una pija, cada vez tratando de llegar más profundo.

Como sus manos estaban ocupadas, me hice cargo de su pija mientras le comía el culo. La erección seguía de piedra, pero ahora estaba húmeda de líquido preseminal , porque mi saliva se había evaporado para entonces. Lo empecé a pajear pero él me sacó la mano y empezó a convulsionarse tratando de detener un orgasmo. No pudo.  Acabó largos y generosos chorros sobre su abdomen y pecho, los dos primeros chorros le salpicaron hasta la cara.

Yo aproveché para descansar la boca, retiré la almohada de debajo de sus nalgas y dejé que estirara sus piernas. Me estiré a su costado, masajeando su abdomen y torso distribuyendo el semen como si fuera loción. Lo besé en la mejilla y lamí las gotas de semen que habían llegado hasta su cara. Él me besó en la boca. Con desesperación. Con voracidad. Haciéndome sentir que yo no era el único que se había estado conteniendo todo este tiempo. Me abrazaba, me besaba, se apretaba a mi cuerpo, me rodeaba con sus piernas como si quisiera que nos fundiéramos.

Después de ese reguero de leche, su erección seguía intacta.  Pero esta vez parecía que él quería hacerse cargo. Me acostó boca arriba y se montó sobre mí, siempre besándome apasionadamente.  Sostuvo mis manos sobre mi cabeza manteniendo el control y empezó  a besarme las orejas y el cuello. Lo dejé hacer y en cuanto vio que no necesitaba forzarme a mantener mis manos arriba, bajó hacia mis tetillas. Yo soy muy velludo, y en el camino entre mi cuello y mis tetillas se entretuvo chupando mechones de pelo con sus labios tibios. Yo estaba tan extasiado mirando sus labios que no me había dado cuenta de que también me estaba pajeando.

No se demoró en mi pecho. Enseguida me estaba chupando la pija. Yo volaba con la visión de sus labios alrededor de mi polla, y con la tibieza húmeda  de su boca. Me la chupaba como si fuera un muerto de hambre que acababa de recibir su primer bocado, desesperado, voraz, fuera de control. Era claro que era su primera pija, o al menos una de las pocas, porque era un poco torpe y me lastimaba con los dientes. Cuando la molestia fue más que el placer decidí retomar el mando.

Lo tomé por sus brazos, disfrutando la sensación de sus músculos firmes bajo mi control. Vino directo a besarme, todavía retorciéndose de placer y calentura, aferrándose a mi cuerpo. Nos acostamos de costado, besándonos y abrazándonos. Mientras lo besaba le masajeaba la espalda y descubría el diseño perfecto de su musculatura. Él tomó mi mano derecha y la puso sobe su nalga izquierda. Era la primera vez que estábamos en una posición en la que podía apreciar la belleza su cola. Así que quise ser capaz de apreciarla plenamente.

Lo giré boca abajo. Ahora sus nalgas se elevaban con su doble redondez, como domos en la tierra de nadie entre el vello de sus muslos y la lampiñez  de su espalda, dibujada de músculos, protegiendo la humedad de su culo lleno de mi saliva. Tenía que comérselo de nuevo, era mucho más tentador en esta posición.

Me acosté sobre él colocando mi polla dura entre sus nalgas húmedas y lo besé en las orejas y el cuello. Los ojos de Lee giraban en éxtasis. Giraba su cabeza y estiraba su lengua para besarme. Sus nalgas se apretaban y masajeaban mi pija. Lentamente empecé a bajar. Besé, lamí y masajeé con mis labios cada milímetro de su espalda de atleta, en adoración. Finalmente llegué a sus nalgas, de una combinación irresistible de turgencia y firmeza muscular.  Las besé, lamí y masajeé en anticipación de mi segunda visita a su orto.

Todavía estaba húmedo. En cuanto puse mis labios en su culo, empezó a retorcerse y a gemir con más intensidad. Era muy excitante oír su voz de barítono grave gimiendo como una perra.  Repetí mi trabajo, esta vez agregando su pija. La doblé hacia abajo para que apareciera debajo de las bolas y chuparla con el culo. Fue difícil porque estaba muy dura, y no pude acercar lo suficiente el glande al orto, pero pude moverme con comodidad entre comerle el orto, las bolas, y la pija. Su polla seguía largando líquido preseminal  y mi boca estaba tomada por el sabor semiagrio de su semen.

Cuando sentí que mi mandíbula ya no me respondía y necesitaba un descanso, lo recliné sobre su costado izquierdo y me estiré detrás en posición cucharita. Tomó mi cabeza  con su mano derecha, volvió la suya y me estampó un jugoso y largo beso de lengua, mientras yo acariciaba sus pectorales tensos de calentura y resbalosos de transpiración. Cuando terminó el largo beso, me dijo, con su voz de bajo: “I want you to fuck me now”.

Casi no habíamos dicho una palabra, lo que para mí no es habitual porque suelo ser muy verbal. No sé él. Yo creo que lo que me pasaba a mí era que estaba tan sobrepasado por la emoción y la calentura y tan fuera de control de la situación, que no podía articular palabras o pensamientos.

A causa de mis hábitos sexuales tengo condones por toda la casa, así que rápidamente saqué uno de la mesa de luz.  Me lo sacó de las manos. Me chupó la pija un rato y me lo puso. Nos colocamos de lado, sobre nuestros costados izquierdos. Lo rodeé por abajo con mi brazo izquierdo, que crucé sobre su pecho para asegurar su torso. Con mi mano derecha abrí su pierna y disfruté masajeando un poco sus nalgas en anticipación. Tanteé su orto con mi dedo mayor y lo lubriqué bien con mi propia saliva. Trabajé un poco la dilatación con mi dedo, tratando de masajear la próstata al mismo tiempo. Su orto no estaba tenso, se sentía receptivo, pero al mismo tiempo apretado y pequeño como un culo virgen.

Lee gemía y se volvía para besarme. Cuando sentí que había llegado el momento, acomodé mi pija dura paralela a mi dedo y lentamente empecé a reemplazar el uno con la otra. Cuando empezaba a penetrarlo cerró su culo, me besó otra vez, y susurró: “Easy please, its the first time”. Le cerré la boca de un chupón, abrió su orto, y lentamente lo penetré. Gritó con los primeros bombeos pero cuando yo trataba de retirarme se aferraba a mí y me estampaba su culo hasta las bolas. Le tapé la boca con mi mano izquierda para amortiguar los gritos.  De a poco dejó de dolerle y se empezó a relajar y a gozar mis bombeos. A los pocos minutos dejé de moverme y él se cogía solito, moviendo su culo a lo largo de mi pija con destreza mientras nos besábamos. Después de un rato acabamos juntos. Él largó tanta leche como la primera vez. Yo acabé adentro de su culo, sintiendo  cómo el forro se inflaba con los espasmos tibios de cada chorro.

Nos relajamos, exhaustos, y empapados de sudor, con mi pija desinflándose todavía adentro suyo. Cuando la estaba sacando, tratando de no desparramar toda la acabada de adentro del forro, se dio vuelta, me estampó un chupón, dijo “Good night”, giró otra vez, y se quedó dormido entre mis brazos.
Sí, se quedó dormido. Hace dos horas que no me he movido para no despertarlo. El forro todavía está alrededor de mi pija que nunca se bajó del todo porque podría seguir cogiéndomelo. Se durmió sin ningún problema, inmediatamente, y yo aquí sin poder cerrar los ojos, todavía borracho con su olor y su sabor, volviéndome loco preguntándome qué va a pasar cuando se despierte.